“La palita”

“La palita”

Mucho hemos hablado y escuchado del desastre causado por el Huracán María sobre Puerto Rico.  Del mismo modo son innumerables las historias, unas de buena voluntad, éxito y otras que arrancan de lo más profundo el coraje más escondido del ser humano.

Servir a nuestro país es algo que todos, en diferente manera, disfrutamos hacer; ahora, ser servido es una acción que de cualquier punto que se analice, es mirado con sospecha.

Por muchos años en Puerto Rico, considerando su extensión territorial, se ha elevado en diferentes foros los conceptos de amiguismo, panismo, preferencia, favores políticos, palitas políticas, nepotismo,  entre otros, y muchos de ellos hasta llegar el punto de rayar en actos impropios como lo es la venta de influencia.

Como es de todos conocidos, la corrupción puede abarcar desde un acercamiento con apariencia impropia a un político o persona de poder, así como al trato preferencial que se le de a una persona en la prestación de servicios públicos a un ciudadano, por concepto de “panismo”.

No seamos ingenuos, muchos en Puerto Rico de una manera u otra podría conectar con alguien que trabaja en alguna agencia o rama constitucional de gobierno, lo que en cierto modo podría dar un “acceso” inmediato a un beneficio.  El tener dicho acceso, de ninguna manera, lo convierte en ilegal ni con apariencia de ilicitud.  Es más bien  la acción afirmativa que haga el individuo para poder así beneficiarse personalmente del bien, servicio o contrato gubernamental.

Tras el colapso de todas las utilizadas en PR, fueron cientos las personas que hicieron lo posible para que se les restablecieran sus servicios.  No solamente individuos, sino también empresas privadas y hasta cadenas de comunicaciones en busca de que sus problemas esenciales les fueran resueltos.  Seguramente fueron muchos los que utilizando su “poder” lograron agilizar el restablecimiento de sus operaciones.

Pero entonces, ¿dónde queda aquel remanente de la población, que por su condición social o simplemente por enajenación, está desprovisto de una buena “pala” para que sus reclamos se hagan cumplir?  ¿Porqué no es hasta que la prensa saca a relucir una queja, el Estado comienza a mover el aparato administrativo para hacer lo que por ley y procedimientos le corresponde hacer?

No, no, no creo que es la manera que el Puerto Rico de hoy deba operar.  Es momento que la sociedad honesta se levante en una sola voz y llame las cosas por su nombre.  Es momento que la Rama Ejecutiva y la Legislativa haga su trabajo tal y como le corresponde.  Existen procedimientos administrativos, pero su contraparte, el abuso de poder “político” [énfasis nuestro], puede ser el principal detonante de la famosa apariencia de ilicitud.

Me pregunto, ¿En qué se diferencian estas acciones de aquellas que públicamente han sido denunciadas y judicialmente condenadas por influencia indebida?  ¿acaso estamos midiendo con varas distintas la profundidad del asunto? Seguramente, hay elementos constitutivos de delito que han sido probados más allá de duda razonable, sin embargo el fin sigue siendo el mismo, es como decía mi madre “… es el mismo pilón con diferente palito”.Esto, es un llamado a la introspección individual y colectiva, es un reclamos no solo al gobierno, sino también al pueblo, quien al final del día puede convertirse en parte del gobierno.  Reconozco que es una situación sumamente compleja, pero solo requiere de voluntad para poder erradicar de una vez y por todas la corrupción en Puerto Rico.

Decidamos de una vez y por todas acabar con la disparidad en la prestación de servicios gubernamentales.  Recordemos que hay muchos, más de los que imaginamos, los cuales tienen muy poco o ningún acceso a estos.  Traigamos a nuestra memoria en todo momento el precepto constitucional que dispone que ante la ley, todos somos iguales.  Seamos más civiles, tengamos más empatía, procuremos la justicia y sobretodo, exijamos que el gobierno haga las cosas según sus procedimientos, que se corrijan los que hayan necesidad de corregir, eliminen aquellos que sean innecesarios y evitemos usar la “palita” para que no se cave la “cueva” del marginado.

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